CARTA AL MUNDO
Por Israel Winicki
Hola mundo:
Ya se que no me conoces, por lo que voy a presentarme.
Me llamo Israel ben Baruj HaLevi Winicki. Soy judío, pero soy una nueva clase de judío a la que parece que no te has acostumbrado. No camino por las calles con la vista baja y como pidiendo disculpas por existir. No. Camino con la frente bien alta, orgulloso de ser quien soy, orgulloso de mi herencia milenaria. Orgulloso de mi historia, orgulloso de ser parte del Pueblo Elegido (y acá te aclaro este concepto, pues muchas veces te aferras a él para atacarnos. Ser el Pueblo Elegido no tiene nada que ver con la superioridad racial al estilo nazi. Sino que se refiere a ser un faro de luz para las naciones. Fíjate cuantos descubrimientos judíos ayudan a aliviar los sufrimientos humanos, mira los equipos de ayuda y de rescate que enviamos a los cuatro rincones del mundo cuando hay un desastre natural, presta atención a la forma en que nuestros enemigos, los que juraron destruirnos, reciben ayuda humanitaria y atención médica en nuestros hospitales. Eso significa ser parte del Pueblo Elegido), orgulloso del Estado que supimos construir de la nada, sólo con nuestras manos y nuestra sangre.
Terminada la presentación, vamos a lo importante.
Instituciones desacreditadas como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, un consejo integrado por naciones que se burlan de esos derechos, nos condenan por defendernos, alentando de esa manera a los terroristas. No me importa, la condena de ese consejo no vale ni el papel en que está escrita.
Una UNESCO bastardeada nos niega nuestra herencia cultural. No me importa, la historia no puede ser borrada de un plumazo.
Países como Gran Bretaña, Turquía y China, que ocupan territorios de otros países y llevan a cabo masacres, nos acusan de ocupar tierras ajenas. No me importa, esa tierra es parte de nuestra historia y no de la historia de un “pueblo” inventado en 1964.
Ya se mundo que te resultaría más fácil tratar con un judío dócil que agacha la cabeza y mendiga un lugarcito donde sobrevivir, como los has visto durante dos mil años, un judío siempre dispuesto a ofrecerse como holocausto. Lo lamento por ti mundo, ese judío dócil murió en Auschwitz y su lugar fue ocupado por otro judío, una mezcla de Iehudá Macabi y Mordejai Anilevich; de Elazar ben Yair y Trumpeldor.
En pocas palabras, ya no soy cordero, sino león. Y si eso no te gusta o te molesta ¡¡¡ME IMPORTA UN BLEDO!!!
Ya se que no me conoces, por lo que voy a presentarme.
Me llamo Israel ben Baruj HaLevi Winicki. Soy judío, pero soy una nueva clase de judío a la que parece que no te has acostumbrado. No camino por las calles con la vista baja y como pidiendo disculpas por existir. No. Camino con la frente bien alta, orgulloso de ser quien soy, orgulloso de mi herencia milenaria. Orgulloso de mi historia, orgulloso de ser parte del Pueblo Elegido (y acá te aclaro este concepto, pues muchas veces te aferras a él para atacarnos. Ser el Pueblo Elegido no tiene nada que ver con la superioridad racial al estilo nazi. Sino que se refiere a ser un faro de luz para las naciones. Fíjate cuantos descubrimientos judíos ayudan a aliviar los sufrimientos humanos, mira los equipos de ayuda y de rescate que enviamos a los cuatro rincones del mundo cuando hay un desastre natural, presta atención a la forma en que nuestros enemigos, los que juraron destruirnos, reciben ayuda humanitaria y atención médica en nuestros hospitales. Eso significa ser parte del Pueblo Elegido), orgulloso del Estado que supimos construir de la nada, sólo con nuestras manos y nuestra sangre.
Terminada la presentación, vamos a lo importante.
Instituciones desacreditadas como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, un consejo integrado por naciones que se burlan de esos derechos, nos condenan por defendernos, alentando de esa manera a los terroristas. No me importa, la condena de ese consejo no vale ni el papel en que está escrita.
Una UNESCO bastardeada nos niega nuestra herencia cultural. No me importa, la historia no puede ser borrada de un plumazo.
Países como Gran Bretaña, Turquía y China, que ocupan territorios de otros países y llevan a cabo masacres, nos acusan de ocupar tierras ajenas. No me importa, esa tierra es parte de nuestra historia y no de la historia de un “pueblo” inventado en 1964.
Ya se mundo que te resultaría más fácil tratar con un judío dócil que agacha la cabeza y mendiga un lugarcito donde sobrevivir, como los has visto durante dos mil años, un judío siempre dispuesto a ofrecerse como holocausto. Lo lamento por ti mundo, ese judío dócil murió en Auschwitz y su lugar fue ocupado por otro judío, una mezcla de Iehudá Macabi y Mordejai Anilevich; de Elazar ben Yair y Trumpeldor.
En pocas palabras, ya no soy cordero, sino león. Y si eso no te gusta o te molesta ¡¡¡ME IMPORTA UN BLEDO!!!
Israel Winicki
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